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El Papa y su curia viajaban a menudo fuera de Roma, tanto para refugiarse del calor estival como para escapar de los disturbios de la ciudad, pero también para visitar los territorios pontificios. Entre las diversas ciudades en las que permaneció estaba Rieti, adonde el  hermano Francisco fue llevado varias veces por el hermano Elías, principalmente para que los médicos de guardia de la curia papal le trataran los ojos. Por este motivo, el valle de Rieti y, en especial, las ermitas de Fonte Colombo, La Foresta, Poggio Bustone y Greccio, lugar que se ha hecho tan famoso por su relación con el nacimiento del pesebre, están inseparablemente ligados a la historia franciscana. 

Después de que el Papa Honorio III confirmara la Regla de los Hermanos Menores con la bula Solet annuere dirigida al hermano Francisco, éste se trasladó a Greccio, donde celebró la Navidad. Aunque la Misa litúrgicamente más importante era la del día, el Asisiano quiso solemnizar de manera especial la de la noche preparando el buey y el asno, animales bíblicos ausentes en el Evangelio pero tomados del primer capítulo del libro del profeta Isaías. Sobre el pesebre – en latín praesepe – se celebró la Eucaristía, en la que Francisco, como Diácono, proclamó el Evangelio; todo ello en consonancia con lo que escribió en la Admonición I, según la cual así como «de la sede real descendió al seno de la Virgen», así «cada día viene a nosotros en humilde apariencia; cada día desciende del seno del Padre al altar en manos del sacerdote». 

Este acontecimiento se consideró tan importante en la vida del santo que no sólo Tomás de Celano lo situó como un hito en la narración de la vida de Francisco, sino que en poco tiempo se construyó una iglesia en la localidad de Greccio. Este eremitorio se convirtió en punto de referencia para quienes querían vivir el Evangelio como San Francisco, hasta el punto de que no sólo Juan de Parma vivió aquí al final de su generalato, mientras que Buenaventura de Bagnoregio era ministro general, sino también varios hermanos que deseaban una mayor radicalidad, entre ellos Stefano Molina, que en el siglo XVI inició la reforma de la observancia más estricta.  

La celebración de la Navidad en Greccio sirvió de inspiración para las representaciones plásticas de la natividad, entre las que sobresale la realizada a finales del siglo XIII por Arnolfo di Cambio por encargo del Papa franciscano Nicolás IV para la basílica romana de Santa María Mayor. Sólo siglos más tarde, un hermano del Convento de Aracoeli en Roma, empezó a decir que San Francisco inventó el belén y así Greccio se convirtió en la ermita de ese invento ahora globalizado. La visita de Juan Pablo II en 1983 y más recientemente del Papa Francisco, confirmaron y difundieron aún más esta intuición franciscana. 

 

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