El Señor me dio hermanos. A Francisco le fue revelado que para poder vivir como Jesús son imprescindibles los hermanos. Dios nos ha creado diversos e irrepetibles, únicos. La fraternidad no niega la identidad personal, al contrario, la protege del individualismo; no destruye la persona, sino que la enriquece, regalándole un espacio más amplio. Nuestra identidad de hermanos se construye solamente desde la relación.